viernes, 16 de octubre de 2015

Algo más que bolsillos de cristal

No es noticia para nadie que en la sociedad postindustrial en la que vivimos han triunfado las tesis del individualismo, con todo lo que esto comporta en términos políticos, es decir: pérdida de conciencia de clase y desideologización de los partidos políticos. Pese a que en un principio la izquierda parecía que había sabido adaptarse al momento histórico que le había tocado vivir convirtiéndose en partidos catch-all o atrápalo todo -ofertando por tanto nuevas y heterogéneas propuestas de ámbito sectorial que no iban estrictamente asociadas a las tradicionales corrientes de pensamiento progresista- parece que la pérdida de identidad ha acabado por pasarle factura. 

Pero pasemos a ver con un poco más de detenimiento la situación. Y es que los partidos políticos españoles y catalanes no han sido para nada ajenos a los cambios sociales que se han ido produciendo en nuestro país aunque no siempre hayan acertado en el intento de adaptarse.

La situación de crisis política actual, las corruptelas varias acontecidas y destapadas en los últimos tiempos que se traducen en la pérdida de confianza de la ciudadanía en el sistema, son indisociables de la aparición del líder freelance en substitución al líder creyente, y de la aparición de un cuerpo técnico en los partidos políticos que a su vez ocupa la estructura política de los mismos,  diluyendo así responsabilidades orgánicas y limitando cualquier atisbo de progreso y libertad de acción en el seno de las organizaciones.

Concretamente, parece que la Ley de hierro de la oligarquía enunciada por el estudioso Robert Michels que venía a decirnos aquello de que las élites de todos los partidos políticos tenían como objetivo máximo su perpetuación en el poder en detrimento de sus antiguos ideales, ha hecho importante mella en la estructura técnica de las organizaciones, la cual acostumbra a compaginar responsabilidades orgánicas con su trabajo técnico como apuntaba anteriormente, volviéndose el componente más conservador de las organizaciones políticas. Y es que ocupada habitualmente por personas que pese a tener poca formación especializada cuentan con una larga trayectoria en sus funciones, la estructura técnica de los partidos acaba convirtiéndose en un verdadero contrapoder en tanto que tiende a permanecer inalterable al cambio en las direcciones ejecutivas de las organizaciones.  Su principal fin es garantizar su propia permanencia en el cargo garantía de su retribución, o como Michels apuntaba, su propia perpetuación, algo muy problemático dado que no contribuye simplemente al anquilosamiento de las organizaciones sino a la injusta percepción ciudadana de que los partidos políticos distan de trabajar por el interés general teniendo en cuenta que están integrados en su mayoría por chupópteros. 

Todo aquel que se acerca a un partido político parece estar bajo sospecha, concepción no solo totalmente inmerecida por parte de los miles de militantes y simpatizantes que trabajan a diario desinteresadamente por un mundo mejor, sino peligrosa en tanto que contribuye a la desafección política, a ahuyentar a ciudadanos honestos dispuestos a adherirse o a secundar una noble causa. Y aquí si que existe una gran diferencia entre la izquierda y la derecha: lejos de estar los partidos políticos de izquierdas libres de este mal, el votante de izquierdas por el contrario que el de derechas no perdona.


Por eso a día de hoy se nos queda corto lo de “bolsillos de cristal” que apuntaba el Alcalde Tierno Galván como requisito ineludible de un político. Y es que los partidos políticos, especialmente los de izquierdas, deberán tomar conciencia de que su supervivencia pasa por entender que el comportamiento esperado de un representante de la ciudadanía va mucho más allá de no atentar simplemente contra el séptimo mandamiento.